La despedida.


Era una noche fría de invierno... el viento soplaba fuertemente... el internado se estremecia ante el vendaval.

Ya estabamos todos los internos acostados, se escuchaban los sollozos de muchos ante el frío y el sonido del viento, ya que parecía que en cualquier momento se nos iba caer el techo encima, un valiente se atrevió a incorporarse, los baños estaban a sesenta metros de las camas, por lo que daba muchísimo miedo levantarse, los pilotos, que eran la única fuente de iluminación, daban una luz rojiza que provocaba aún más miedo, intente dormirme pero cuando ya por fin m relajé y empecé a quedarme dormido, escuché un grito muy breve, no duro más de unas centésimas de segundo y acto seguido se escuchó un golpe con algo de eco ya que los servicios estaban poco amueblados y en el vacío se producia el eco.

No se porque, pero me levanté a comprovar si le había pasado algo al compañero, tal vez debería haberme quedado en mi cama, cuando entré en el baño vi una sombra negra moviendose en el espejo, pensé que me lo había imaginado. Creí que el que vino al servicio fue Toni, comencé a buscarle y no le encontré en por ninguna parte, me asomé fuera, en la habitación y lo vi en la cama, acostado, pensé que estaba muy cansado y que me lo había imaginado todo así que no le di mayor importancia y me fui a dormir.

Me fue muy difícil coger el sueño, me costaba creer que me hubiera imaginado tantas cosas y ademas una de las ventanas no paraba de crujir con el viento... al final me pudo más el cansancio que el miedo y cai rendido. Volví a despertarme a mitad de la noche, estaba helado, cuando miré al otro lado vi que la ventana que hacía ruidos acabó cediendo y se abrió, no me quedaba más remedio que ir a cerrarla o iba a coger una hipotermia.

Me levanté ya despreocupado de miedo y sintiendo el frío que entraba por aquel ventanal, una vez llegué a el miré hacia atras y vi que Toni se había levantado de nuevo y que volvía a ir hacia el cuarto de baño, intentando pensar que lo de antes fue un sueño lo tomé con calma y cerré la ventana, mientras iba hacia mi cama que está situada justo en el medio de todas, ya estaba preparado para arroparme cuando miro a los baños y veo una sombra moverse por todo el baño, cuando de repente se apaga la luz del servicio.

Estube un rato mirando a ver si mi compañero salía, pero no lo hizo, empecé a temer por su vida, otra vez, pero más temía por la mía, por lo que no tenía pensado moverme de mi cama, lo que consiguió que me acercara a ver que pasaba fue el volver a escuchar el sonido de un golpe, así que con mucho miedo me levanté a comprovar que podía ser.

Me acerqué despacio y pegado a los pilotos de la luz, me temblaban las piernas, cuando por fin llegué, me asomé tímidamente por si veía algo sin necesidad de entrar, mirando encontré a Toni tirando en el suelo parecía petrificado, sin pararme a pensar entré a ver si aún respiraba, fue una mala idea...

No me dio tiempo a tocarle, un fuerte viento me empotró dentro de uno de los báteres y se cerró la puerta tras de mi, empecé a escuchar voces, no entendí nada, excepto una voz que me resultaba muy familiar diciendo "Ahora tengo que irme, disculpa si lo pasaste mal, pero tenía que despedirme, adiós." en ese momento me desmayé.

A la mañana siguiente... estaba en mi cama, bien arropadito y hubiera acabado pensando que todo había sido un sueño... de no ser... porque mis padres vinieron a verme para contarme que mi abuela había fallecido y que lloró por no haberse podido despedir de mi.

¿Era ella la que se presentó aquella noche?



El árbol de la ahorcada

Esta es la historia de como llegué a tener conocimiento de un asesinato que me parece no ha sido resuelto nunca y de como se donde fue enterrada la víctima.

Todos los años hacia el final del cursos el escolar en primavera, todo el alumnado íbamos de acampada a un lugar llamado el árbol de la ahorcada, este lugar era un encinar denso, había un claro en el cual había un árbol inmenso que sobresalía por encima de todos, creo que era un nogal, en este árbol había una rama baja que casi se podía tocar, desde la cual se decía que se había ahorcado una monja, esa era la leyenda, una monja que se había enamorado de un soldado y que ante la imposibilidad de su amor se había escapado y había acudido allí una noche de luna llena y se había ahorcado.

Lo de la luna llena tenía su sentido porque nosotros siempre acudíamos allí en luna llena en las dos o tres noches de luna llena de abril o de mayo y el motivo sencillamente es que íbamos muy mal equipados, dormíamos en sacos del ejercito pero a la intemperie, no llevábamos tiendas dormíamos en unas cabañas que hacíamos de ramas y troncos que quedaban hechas de un año para otro, cuando llegábamos allí lo primero que hacíamos era reacerlas, poner una lona por encima por si llovía y dormíamos en grupos de ocho nos daban una linterna a cada grupo y nos tenía que durar las tres noches que pasábamos allí y nos duraba porque habiendo luna llena apenas la utilizábamos.

Cada año había el grupo de valientes que se escapaban por la noche hasta el claro donde estaba el árbol del ahorcado porque se oía, decían, que a algunos niños se les había aparecido la monja, incluso había quien decía que había visto a la monja colgada con sus hábitos, su velo, meciéndose con la brisa al viento y llamándoles, llamándoles con una mano para que se acercasen, eso decían algunos niños.

La mayoría de los valientes que iban hasta allí volvían aburridos, cansados de esperar porque no habían visto nada, la creencia general es que lo de la monja ahorcada no era más que una leyenda y los que decían haberla visto no eran más que mentes calenturientas que probablemente todo lo que hubiesen visto eran los rayos de luz de la luna llena filtrándose entre las ramas del nogal y según se mecían con el viento las ramas, se movían los rayos de luz aparentando ser los hábitos.

Esto ocurrió el segundo año que estaba allí, tenía ocho años, estábamos muy cansados era la última noche de la acampada y estábamos destrozados porque en realidad esto de la acampada no era más que una excusa para hacernos trabajar, nos pasábamos todo el día cogiendo bellotas, cada grupo de ocho competíamos haber quien recogía más bellotas nos daban un saco a cada uno y teníamos que recoger bellotas en un determinado tiempo, al grupo ganador le daban golosinas y así nos pasábamos las noches comiendo golosinas a la luz de la luna tan felices.

Al final de la acampada entre una competición y otra llenábamos un camión del ejército de sacos de bellotas, a eso íbamos, esa era la acampada. Aquella noche estábamos destrozados, recuerdo que me desperté en aquel momento porque pensaba que estaba lloviendo, había oído un repiqueteo, pero no, había una luna llena increíble, que se filtraba por las ramas de la cabaña, habrían sido unas bellotas que habían golpeado en la lona o cualquier cosa.

Me incorporé un poco y del otro lado de todos los que dormíamos en la cabaña, un saco estaba vacío por el lugar donde estaba creí que era Cornejo, pensé que era alguien que había ido a mear y no le di más importancia por lo que me volví a dormir. Al rato me despierto otra vez porque escucho sollozos, miro y veo que si, que es Cornejo, no esta dentro del saco, está encima, está encogido, temblando y con las manos llevadas a la boca como para no hacer ruido.

Salgo del saco, me acerco a el y le digo:

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

El me cogió la mano, la llevó contra el y me dijo:

-La he visto, Charlie, la he visto, la monja, la he visto, he ido me ha llamado, me he acercado la he tocado, me ha agarrado de la mano y me ha contado lo que le han echo... (Dijo susurrando entre sollozos)

Yo, estaba viendo la luna en sus ojos, el reflejo, me di cuenta que no era ninguna broma que estaba aterrorizado, estaba tirando de la mano para que me soltase y me cuenta:

-No se ahorcó, la ahorcaron, no se enamoró de ningún soldado, tuvo un amorío con el Coronel y estaba preñada y el coronel con dos soldados más la trajo aquí y la ahorcó y esta enterrado debajo del mismo árbol y me pidió justicia... justicia para ella... (Dijo aterrado pero lleno de convicción)

Luego comenzó a describírmela, que si era pequeñita con una cara muy dulce, que si tenía un lunar sobre la ceja del ojo izquierdo grande como una aceituna y ya se relajó un poco, en esto que se relajó yo tiré de la mano, me separe de el, me metí corriendo en el saco y me tape entero. Yo pensando "No me ha contado nada, no me ha contado nada" pero le oía sollozar todavía y hubo un momento en el que nos pudo más el cansancio que el miedo y nos dormimos los dos.

A la mañana siguiente, ni nos miramos y los días siguientes, hicimos por no encontrarnos, ni nos vimos, ni nos cruzamos. Porque los dos estábamos avergonzados, el de haber vivido la historia y yo de haberla escuchado, el de habérmela contado y yo de no querer creerla. Eramos dos críos pero estábamos avergonzados por lo que yo aún conservo la vergüenza, por no hacer nada, porque tanto el como yo podíamos escuchar a esa monja decir "Justicia, justicia...".

Pero eramos dos mocosos y sabíamos que no íbamos a hacer nada ¿Qué íbamos a poder hacer? Porque aunque la historia hubiese sido cierta vete a saber cuando había ocurrido, probablemente incluso antes de que los dos naciésemos por lo que yo enseguida decidí que la historia no era cierta, que no había sido más que una alucinación del cornejo o de la misma leyenda que nos rodeaba cada vez que íbamos al lugar este de excursión, estábamos empapados de la leyenda.

Durante muchos años pensé esto a sido una historia del Cornejo vete tu a saber y eso es lo que pensaría incluso hoy si no fuese por otro incidente. Pocos meses antes de que acabara el internado, años más tarde cuando ya estaba a punto de completar mi formación de primaria. Una mañana temprano según entrabamos a la capilla porque siempre escuchábamos misa antes de desayunar, había que entrar por un vestíbulo en el que había cuadros, fotografías de monjas, congregaciones, monjas de clausura... nunca prestábamos atención siempre pasábamos por el vestíbulo a toda pastilla en dos filas, pegados a las paredes, ahí no nos deteníamos.

Había otra razón por la que no nos deteníamos nunca ahí, curiosamente les llamábamos los ahorcados y es uno de los castigos más crueles y brutales que yo haya visto nunca en un niño, resulta que a los que se meaban con las noches en la cama a la mañana siguiente los ponían en el vestíbulo con la sabana meada colgada del cuello, para que todo el internado desfilase delante de esta gente y los viese, era una vergüenza.

Pues esta mañana según entraba yo allí la fila se paró en seco, en el mismo vestíbulo porque se escuchó un ruido, fuerte, en la capilla, de un banco que se había roto entonces las dos filas que íbamos allí en marcha militar nos paramos en seco y justo a mi derecha a menos de un metro estaba uno de los ahorcados, era un amigo mio intento mirar para otro lado, para no verle y lo que tengo a mi izquierda, a un palmo de mi nariz es una de estas fotos la miro pero sin prestarle atención mientras esperaba a que la fila se moviera.

Me doy cuenta que en el cuadro hay mancha, como una cagadita de mosca, una mota negra y me pongo a raspar la mota esta y no sale, no sale porque es una mota en la misma fotografía y la mota es un marca en el cuerpo de una persona, sobre la ceja izquierda, lo que es, es un lunar y entonces me fijo y empiezo a enfocarme y veo la cara y es una cara así sonriente de una monja chiquitita y pensé "De que conozco yo a esta moja, si no es de las que nos atienden, ¿Dónde he visto yo a esta monja?"

Pensando, recordé que era la monja que me describió Cornejo, me dio un escalofrío en la espalda como me esta dando igual ahora... y en ese momento pasaba Sorjacinta por al lado mía y le dije:

-Hermana, hermana, esta monja ¿Quién es?

Sorjacinta me miro con una sonrisa, contenta porque un niño se interese por una monja y le pregunte. Miró el cuadro y se le cambió la sonrisa por una mueca de asco, me pegó una cachetada, detrás de la nuca, tan fuerte que me choqué con el de delante, en ese momento la fila empezó a andar y me empujó hacía delante.

Nunca, en toda mi vida, una cachetada me ha revelado a mi, tanto...

La cabra chupasangre (Historia real)

Esta es la historia de como llegue a tener la certeza de la existencia del diablo.

Llego la navidad y todos se fueron de vacaciones menos tres, Villar, Colorado y yo. Era el padre de Villar el que tenia que venir a recogernos y el no lo podía hacer hasta el día siguiente, así que tuvimos que pasar una noche más en el internado y esperar hasta la mañana siguiente para coger el tren.

Estábamos aterrados con la idea de dormir aquella noche en una habitación donde habitualmente dormíamos ochenta. Las monjas lo sabían y intentaron hacernos pasar el día lo mejor posible, jugando o intentando jugar, recuerdo que para comer nos dieron natillas, comimos en la cocina. Conforme avanzaba la tarde y comenzaba a hacer frío nuestro animo iba menguando y nuestro miedo creciendo. Llego la hora de acostarse.

Sorbenancia nos hizo el favor de ponernos a los tres juntos en unas esquina del dormitorio junto a su cuarto, por lo que no podía pasarnos nada porque ella estaba ahí, detrás de la pared. y podíamos ver la luz de la lampara de su habitación filtrándose por debajo de la ranura de la puerta, estaba ahí, los tres no acostamos mirando hacia esa lucecita por debajo de la ranura porque mirar al otro lado, sesenta metros de oscuridad, era de terror, de cagarse patas abajo.

Camas, mesitas y armarios, iluminados por una luz roja de unos pilotos que había en lo alto que servían para cuando teníamos que ir al bater que después pudiéramos encontrar nuestras propias camas. Pues algunos de estos pilotos estaban fundidos y todo lo que se veía era el dormitorio con unas zonas iluminadas y otras oscuras, con una luz tenue y roja.

Ademas esa era una de las noches de viento, había una galería en paralelo al dormitorio, que cuando se colaba el viento ahí crujía todo, ventanas, contraventanas, puertas... y era como dormir en la inmensidad de un galeón fantasma.

¿Y de que teníamos miedo? Teníamos miedo del diablo, del diablo en forma de cabra, más concretamente en forma de macho cabrio con los cuernos y la barbita. Que venía en las noches de inviernos a chupar la sangre de los niños, pero no de los niños malos si no de todos. Era una leyenda, pero para nosotros era muy real.

Nos parecía verlo encima de los armarios, al lado de los pilotos rojos y veíamos la sombra de sus cuernos y la barbilla y ahí agazapado esperando a que nos durmiéramos para venir y chuparnos la sangre. Y nos creíamos esto precisamente por Sorbenancia la monja de guardia que esta era una de sus historias favoritas que la contaba varias veces. ¿Estaba ella convencida de la veracidad de la historia o solo no las contaba para aterrarnos.

Porque claro si apagas la luz de un dormitorio y le dices a ochenta niños, venga dormiros, pues no es tan fácil, así que contando historias de miedo no armábamos ruido, nos quedábamos calladitos. Esa noche nosotros no necesitábamos ninguna historia de miedo, ya la teníamos ahí. Eso es lo que esperábamos que el diablo apareciese.

Sorbenancia había puesto un cubo metálico a los pies de la cama, para si en mitad de la noche teníamos que ir a mear pues lo hiciésemos ahí porque ir hasta estos servicios era tétrico, se meaban muchos niños en la cama por no tener que ir, yo nunca lo hice, pero detrás de los radiadores si.

Yo tenía la suerte de dormir entre los otros dos y los tres mirando a la lucecita que salía por debajo de la puerta, y recuerdo a Colorado diciendome:

-¿Crees que la cabra va a venir esta noche a por nosotros, que va a venir a por nosotros?

Pero lo que yo pensaba es que ya estaba ahí, debajo de la cama o en el cuarto, con Sorbenancia, porque Sorbenancia precisamente por estas historias que nos contaba corrían rumores de que era una monja bruja.

Mirábamos la lucecita, veíamos que estaba despierta porque veiamos su sombra moverse por debajo de la luz que salía por debajo de la puerta y escuchábamos como un ruido sordo contra carne y había otro rumor de que las monjas se flagelaban, no se sabía.

El mismo cuarto de la monja celadora, que estaba ahí mismo yo no sabía de nadie que le hubiera echado un vistazo, los espacios de las monjas eran misterio puro, eran como otro mundo, nadie sabía. Ahí estamos mirando la lucecita, pensando en la cabra que va a venir en cualquier momento, yo me quede dormido y recuerdo un sueño profundo como si la cabeza me pesara una tonelada.

En un momento determinado me desperté, digo despierto porque abrí los ojos, la sensación es de estar despierto pero no poder moverte, parece que te puedes despertar pero no puedes, parece que estas dormido pero que es real lo que pasa, sientes el tu peso sobre el colchón.

Yo desperté y tenía la misma sensación, había alguien ahí, pero yo no podía moverme ni comprobar, un picor inmenso en la planta del pie izquierdo, pero no me podía rascar, estaba como petrificado, como si hubiese una gravedad diez veces mayor, sentí un frío intensísimo en los pies, yo me había acostado arropado bien ni me había movido y de pronto me doy cuenta de que mis pies están a la intemperie.

Y digo "tengo que hacer algo" y levanto la cabeza y logro verme la punta de los pies a la intemperie y en ese mismo momento veo una cosa que se mueve muy rápido, una cabeza, sin cuernos. Lo que creí ver fue algo que siempre de niño había pensado que me iba a aterrorizar ver, que era la cabeza de una monja sin velo.
Tampoco tenía sentido porque se había movido como una centella, no podía ser una monja muy rápido,

Intente ver más allá pero no pude, volví la vista hacia el cuarto de Sorbenancia pero era como si estuviera mi garganta de piedra, lo que veo es que la puerta esta entre abierta porque está la claridad rojiza de un piloto que esta alumbrando la puerta, pero claramente entre la puerta y el marco había una franja de al menos un palmo, la puerta esta abierta, no se oye nada, pero siento que desde ahí me están mirando, no se si me dormí, me desmayé.

Lo último que recuerdo de esa noche es un hilillo de agua corriendo por algún lado, contra algo metálico, como si un cañería en algún lado del edificio estuviese suelta o rota, tal como yo sentía mi pie, como encharcado, mojado, frío.

A la mañana siguiente, frío, porque Sorjuliana, que era la monja que nos despertó tiró la ropa de las tres camas al suelo y los tres en formación en un instante y ella pálida. Señaló el cubo que nos habían dejado para mear estaba no lleno, a la mitad, pero de sangre o algo que parecía sangre, cuatro o cinco litros por lo menos, Sorjuliana ni abrió la boca, debíamos tener la cara tan pálida como ella porque cogió el cubo y se lo llevó.

Nos llevaron a la estación, los tres, ya habíamos vomitado todo el desayuno, nos metieron en el tren y cuando llegué mi madre me besa y según me besa dice:

-Este niño esta enfermo a tenido un mal viaje, vamos a la cama.

El primer día de vacaciones en casa todo el día en la cama, vomitando, con mareos, con fiebre, al siguiente día ya iban a llamar al médico pero me empecé a recuperar y nada, bueno nada, me pase todas las vacaciones traumatizado.

En cuanto volví después de las navidades, a principios de año, vimos que las camas en las que habíamos dormido Villar, Colorado y yo estaban con el colchón enrrollado y no durmió nadie ahí en todo el trimestre, no andábamos sobrados de camas, pero no durmió nadie en esas.

Hablamos los tres y habíamos llegado todos a casa como yo llegue a la mía, en el caso de Villar había ido al médico le habían hecho una transfusión de sangre porque el médico le había dicho que le faltaba sangre.

Sorbenancia, ya la vimos poco, la mandaron al almacén ya no trataba con nosotros. Esa noche la utilizaba otras noches para calmarme el miedo decía:

-Si la noche que estuvisteis los tres vino el diablo a chuparte la sangre y sobreviviste, puedes sobrevivir cualquier otra noche.

Pero no me funcionaba, porque cada noche de terror hay que vivirla hasta el final, hasta el final, hasta la madrugada y cuando empieza a clarear...

                                                            FIN

Mami perdóname

Esta historia, sucedió en 1997 en una lujosa residencia al norte de la ciudad, hasta la fecha no se comprende, lo único que sabemos, es que así fue.

Era un lunes a las doce del medio día, algunos problemas con su marido habían hecho enfadar a la señora cuando de pronto al entrar a el dormitorio de su hijo, lo encuentra parado, el niño estaba pálido y con la vista perdida y en su cabeza se veía una cicatriz muy marcada. Su madre dijo:

-Bueno Carlos ¿Qué estas haciendo aquí, no deberías estar en la escuela?

El niño le contesto, sin expresión en su rostro:

-Mami, perdóname...

-Perdóname, siempre me pones tu cara de pena y dices perdóname, ¿Qué no sabes decir otra cosa cuando haces tus tonterías?

-Mami, perdóname...

Con el sonido del teléfono sonando de fondo la madre dijo:

-¿No tienes nada mejor que decirme? Seguro que ya te volviste a pelear con algún compañero ¿Verdad?. ¡Maldito teléfono deja de sonar!

-Perdóname... yo te quiero mucho...

-Ya mejor cállate Carlos. ¡Maldito teléfono... no lo pienso contestar!

Carlos comenzó a llorar, parecía un llanto de dolor, mientras seguía diciendo:

-Mama, perdóname...

-¡Entre el teléfono y tu me vais a volver loca! ¡Última vez te lo digo, ya cállate!

De pronto el llanto de Carlos, dejó de escucharse, un silencio total inundo la casa, solo se escuchaba el teléfono sonar. Al fin decidió contestar el teléfono:

-Bueno dígame.

-¿Es usted la madre de Carlos?

-Si soy yo, ¿Qué pasa?

-Habla el profesor de Carlos, se que por teléfono no es lo más correcto, pero... quiero decirle algo sobre su hijo, es algo muy delicado.

-¡Ai! ¿Qué hizo ese demonio?

-Señora no se como decírselo la verdad es que Carlos se subió a la azotea del colegio y se cayó.

-Y con razón, yo ahora mismo me ocupo de reñirle espere. ¡Carlos! ¡Carlos! Te estoy hablando ven para acá, ¡Qué vengas!

-Lo que pasa es que Carlos al caer de la azotea se abrió la cabeza y murió instantáneamente.

-¡Carlos...! ¡Carlos! Carlos mi hijito... ¡No...! ¡Carlos...! ¡No me dejes...! (Dijo entre llantos)

-De verdad lo siento mucho señora, su cuerpo fue llevado al forense hace unos minutos y me piden que lo valla usted a reconocer.

La señora busco al niño en su habitación , pero... ya no se encontraba ahí y en su lugar, tansolo encontró unas cuantas gotas de sangre, se arrepintió de por vida, de haber desperdiciado esa oportunidad de despedirse de su hijo.


El secreto del sótano

Una noche estaban cuatro amigas haciendo una fiesta de pijamas mientras veíamos películas de terror cuando se les ocurrió ir al sótano. Anteriormente la dueña de la casa les dijo que en el sótano se aparecía un muerto pero ellas no la creyeron. Decidieron jugar a la botella y que entrara al sótano la que quedara.

La primera que quedó se llamaba Yumara y las otras chicas muertas de la risa pero con un poco de miedo, al pasar el rato empezaron a escucharse muchos ruidos y un grito de espanto que las aterrorizo, salio por la puerta una pulsera que le habían regalado a Yumara al cumplir los quince.

Pensamos que era una broma y esperando a que saliera se quedaron dormidas, al despertar al día siguiente no la encontraron por ningún lado y les daba pánico entrar al sótano. Tuvimos que llamar a sus padres para que vinieran y ellos avisaron a la policía.

Los agentes entraron con linternas y encontraron a Yumara muerta y totalmente ensangrentada, tuvieron que cerrar el caso porque no se encontró una forma lógica por la que pudiera haber muerto. Después de seis años seguimos con el mismo remordimiento de lo que pasó aquella noche.

El final el mundo

El final de todo, la carnicería, el holocausto... pueden llamarlo como quieran, este ya se presentó y no fue como lo esperábamos, no hubo guerra nuclear, no hubo una inundación provocada por el cambio climático... no, no fue nada de eso.

31 de diciembre de 2013

El día del juicio final llegó, nadie lo esperaba, nadie lo creía nadie lo supo... la humanidad calló en un profundo sueño del que despertaría en un mar de torturas inimaginables, devoraría sus entrañas sin piedad, aquellos seres no tenían piedad ni nosotros la más mínima posibilidad de defendernos.

Un profundo sueño los inundó, mientras dormían esos seres los despertaban, me persiguen imágenes, sonidos... de aquella gente que suplicaba piedad mientras eran devorados entre arduo sufrimiento... nunca creí que tal crueldad se haría con nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestros sueños, nuestros derechos...

Nadie podía evitarlo, pues todos dormían dulce y profundamente hasta ser perturbados y torturados sin piedad, Dios no puede existir, no permitiría esta masacre, esta crueldad y si existiera solo es pura crueldad y maldad. ¿Nos creó solo para poder torturarnos?.

Yo por mi propia maldición, la maldición de haberles visto antes de caer dormido devorando a mis padres, a mis hermanos... el haberles visto me mantiene despierto... y mientras tenga fuerzas para huir lo haré, torturado por mi instinto de supervivencia, no creo que mi mente soporte esta tortura, esta crueldad, Dios si realmente estas ahí detenles, salva a tus humildes sirvientes, dales la oportunidad de vivir, cumplir sus sueños y en un futuro, tener una muerte digna.

Los gritos de los torturados duraron días, asustado seguía en mi desesperada e inútil huida, los sonidos de aquellas torturadas almas me perseguirían hasta la muerte, que apuesto cercana, pienso que me dejaron escapar porque no había lugar donde ocultarse, estaban en todos lados, nunca sentí tal miedo, tal furia ni tal pena.

Se hizo un enorme silencio, el mundo que conocíamos ya solo era un gran cementerio, esas criaturas se iban, pero no se iban solas, mi mujer, mis padres y toda la raza humana iba con ellos...

En mi eterna huida, sentí grandes deseos de terminarlo todo ya... morir antes de que vuelvan... no tener que sufrir esta tortura, simplemente irme de aquí, por siempre...

                                                                 FIN

Puedes escuchar esta historia en vez de leerla, espero que lo disfrutes:



La viuda asesina.

En un pueblo perdido habitaba en un casa una señora cuyo nombre era Rosa, esta era muy feliz, guapa y vigorosa pero al fallecer su marido Rosa fue con el paso de los años volviéndose loca, Rosa y su marido habían criado cuatro hijos. Ella muy poco a poco fue tratándolos cada vez más mal cada vez que los veía se enfadaba mucho y les golpeaba duramente. Los gritos de las pobres criaturas penetraban en los oídos, vivían en el campo por esto no se podían escuchar los gritos de los niños.

Rosa tenía dos hijos y dos hijas en orden de edad se llamaban: José, Juan, María y Ángela. En el pronóstico de la radio anunciaban fuertes tormentas y caída de granizos, iba a hacer mucho frío. Rosa le dijo a sus hijos coged machetes y hachas iremos a cortar leña al bosque, los niños sin decir nada ya tenían armados los bolsos con linternas, hachas, machetes y carne podrida por si se encontraban con algún animal.

Ya en el bosque Rosa dijo a José:

-Tu vendrás conmigo el resto de ustedes busquen leña en otro lado.

José sin decir nada cogió su bolso y siguió a la madre, cuando estaban lo suficientemente alejados de los demás la madre le dijo muy lentamente a José.

-Dame tu bolso.

El sin decir nada se lo entregó.

-Espero que entiendas lo que hago, tu padre era el único que trabajaba y sin el estamos perdidos, tu eres una boca más a alimentar y yo muero de hambre, lo siento pero al mismo tiempo, no lo lamento.

Sacando el hacha del bolso le cortó la cabeza a José, con el hacha ya bien lavada volvió con lo demás y les dijo que se lo había comido un oso será mejor que volvamos a casa. Una vez en casa cuando ya habían cenado y todos estaban acostados.

Rosa llamó Juan y le dijo

-Hazme un té.

Juan obedeció:

-Tráeme ese frasco.

Juan obedeció de nuevo.

Rosa echó en el té lo que había en el frasco y le dijo:

-Tomatelo.

Juan no entendía nada y creyó que era un pronto de su madre, así que lo tomo sin sospecha alguna. Al rato Juan calló al suelo, el té tenía cianuro.

Luego fue al cuarto María y Ángela para decirles que Juan había tenido un paro cardíaco de repente, después María consiguió dormirse pero Ángela no.

A la mañana siguiente Rosa llamo a Ángela y le dijo:

-Debes estar muy cansada como para hacer tus tareas, ¿No?.

Ángela asintió con la cabeza y Rosa la acostó en su cama y comenzó a cantarle una nana y Ángela se quedó dormida. Mientras soñaba con el coro de los Ángeles Rosa cogió un cuchillo recién afilado y lo atravesó por el corazón de Ángela. Como en las dos ocasiones anteriores fue corriendo a María y le dijo:

-Tengo que confesarte una cosa hija mía, yo fui la que mato a tus hermanos, le corté la cabeza a José, envenene con cianuro a Juan y hice que Ángela durmiera para poder atravesarla con un cuchillo y ahora voy a ahorcarte lentamente para que sufras como ninguno de tus hermanos.

Tras matar a Ángela asesinó a cinco familias más y se dice que fue ella quien mató a su marido...

                                                                   FIN